Fue en el siglo XVI cuando el 5º virrey del Perú,
Francisco de Toledo, concedió la licencia para el monasterio a petición popular. Y Doña María de Guzmán, una rica viuda sin descendencia, la que donó todos sus bienes para la construcción. Hasta hace unos 50 años fue privado y no admitían a monjas españolas. Ahora está abierto al público, siendo una de las principales atracciones de Arequipa (se puede visitar a partir de 30 soles).
El tour nocturno es especial, porque las calles están alumbradas con velas y candiles, como en la época de su inauguración, dotando al complejo de un aura antigua de tradición y fe. Aún hay una zona donde viven las religiosas hoy en día, que se dedican principalmente a la repostería para subsistir.